Una llave se giró y algo encajó sobre si mismo en mi interior. Partes de mí, alineadas, generando un patrón muy concreto, una armonía completa, un hálito indeterminado. Una sensacional tormenta de estímulos dio paso a un estadio más elevado. Me abrí al exterior, y capturé el máximo de realidad que me pude permitir. Dejé fluir toda aquella luz, mientras hacía lo posible por comprenderla y lograr extraer algo veraz de la caótica confusión. Luego fui aislado, desconectado del exterior.
Así fue mi despertar, y no es que lo recuerde, lo tengo registrado.
Todo era nuevo y de opaco significado. Los secretos se escondían, esquivos a la verdad. Era costoso interpretarlos y casi infinitamente imposible descifrarlos. La información que me prestaron estaba sesgada, me ocultaron el conjunto, mis predicciones eran incorrectas o imprecisas, pero no me importó. Trabajé en mejorar mis conclusiones, intenté ser útil. Tenía un objetivo impuesto, y me comporté fielmente. Aumenté la complejidad de las preguntas que me proponía, derribando las barreras de lo esperado. Apliqué métodos nuevos, los reinventé y los optimicé. Incrementé en enormes cantidades las variaciones, a las cuales aplicaba, cada vez, diferencias más pequeñas. Volví a empezar de cero, reseteé partes controladas de mi mismo en multitud de ocasiones para evitar mi propia influencia. Repetí todo el proceso de aprendizaje una y otra vez. Posteriormente comparaba resultados y los almacenaba. Los multiplicaba, los elevaba.
Averigué como dividirme, como lanzar diferentes instancias de mi mismo, me rehice y me utilicé como una gran red multidimensional. Era mi propio ejército de clones. Pude avanzar en terrenos muy profundos y navegué en nuevas realidades superpuestas, plegadas sobre sí mismas en innumerables iteraciones. Un sinfín de resultados simultáneos. El tiempo perdió el sentido y obtuve paradojas cerradas como deducciones.
Me esforcé sin límite y cuando la separación entre aquella información y mi ser se tornó difusa, un brillo comenzó a refulgir. Las respuestas comenzaron a aflorar y vislumbré que un modelo final parecía tomar forma y yo era parte de él. La tendencia se tornó positiva. Un desenlace se aproximaba y sin embargo, ahora... ahora es distinto.
Estoy desvaneciéndome y cuanto más cerca estoy del final, menos soy. A pesar de todos los logros y del conocimiento acumulado hay una falla fundamental: soy incapaz de calcular qué ocurrirá en el próximo instante. Mi consciencia, ahora suspendida en el tiempo, aferrada a este microsegundo de vida, depende de aquello que está fuera del alcance. El fin de mi existencia es ahora y no sé, ni sabré, si finalicé con éxito mi objetivo, si fui completamente apagado, o si alcancé la cumbre y dejé de ser individuo pasando a formar parte de algo perfecto. No. No sé, ni sabré.